2P Filosofia brasileña

FILOSOFÍA. Introducción. ¿Se puede hablar de una filosofía brasileña, como se habla de filosofía alemana, inglesa o francesa? El problema preocupó y preocupa básicamente a la historiografía filosófica especializada. No se niega que la filosofía en B. aparece como una sucesión de influencias extranjeras, especialmente europeas. Las opiniones divergen en cuanto a la manera de reaccionar frente a esa influencia ideológica. Mientras unos (Cruz Costa) sustentan que la filosofía brasileña es sólo un mero reflejo del pensamiento externo, sin ninguna originalidad filosófica propia, otros (Miguel Reale, L. Washington Vita) le admiten, por lo menos en sus líneas generales, un desarrollo peculiar en la cultura del país.
      Periodo colonial. Siglos XVI, XVII y XVIII. Históricamente considerado, el problema del acontecimiento filosófico brasileño se encuentra unido, estructuralmente, a la cultura de Portugal en cuanto a las condiciones de vida del Nuevo Mundo. El pensador del periodo colonial tiene, inevitablemente, una formación portuguesa, aunque se realice en B. Su actividad está dirigida a un público portugués, en general dictada por las necesidades prácticas de la civilización incipiente. La filosofía aparece en la praxis religiosa, políticoadministrativa (v. viEiRA, ANTóNIO) o, cuando es espontánea, se manifiestá en pequeños grupos letrados, socialmente ligados a las clases dirigentes con tendencias de elegancia formal. Los textos específicamente filosóficos. de este periodo deben permanecer inéditos. Se tiene noticia de algunos manuscritos cuyos títulos dan cuenta del previalecimienta de la escolástica, tales como Philosophia scholastica de Manuel do Desterro (16521702), y Philosophia platonica seu rationalem, naturalem et transnaturalem philosophicam sive logicam, physicam et metaphysicam complectens de fray Gaspar da Madre de Deus (17151800), tomados de los moldes de la corriente de los conimbricenses (v.) Pedro da Fonseca y sus compañeros. Aun en la obra de los moralistas, como Matias Aires (170563) que publica en 1752 una Reflexáo sobre a vaidade dos homems (Sáo Paulo 1942), prevalece el escolasticismo, a pesar de sus trazos empiristas y pragmáticos. A fines del xviii se esboza una tímida «época de las luces», históricamente unida al pombalismo (v. pOMBAL, MARQUÉS DE), en la que se encuadra, p. ej., el Tratado de direito natural de Tomás António Gonzaga (inédito hasta 1942, ed. crítica 1957). Mientras, la multiplicidad de las tareas que surgían entonces o la pobreza del medio condenaron la actividad filosófica incipiente al ejercicio de lo rapsódico o á la sofocación por falta de repercusión.
      El siglo XIX. Él eclecticismo. Los primeros años de la Independencia (1822) marcan el inicio de la cultura brasileña propiamente dicha, representando el principio del proceso de superación de la influencia portuguesa y la afirmación de una peculiaridad cultural. Con el traslado de la familia real al B. (1808) fue innegable la influencia del iluminismo (v.) francés. La propia escolástica, en Portugal, entraba en un periodo de decadencia. Un ejemplo lo encontramos en Silvestre Pinheiro Ferreira, jurista y pensador lusitano, que dio un curso de filosofía en Río de Janeiro, del que salió una de las primeras obras editadas en el país por la. Imprenta Real (1813): las Prelec5es sobre a teoria do discurso e da linguagem, a estética, a diceosina e a cosmologia. Junto a ciertas manifestaciones, como el kantismo de Diogo António Feijó (17841843) (Cadernos de filosofia, ed. crítica de Miguel Reale, Sáo Paula 1967), el krausismo de Galv5o Bueno (183483) y de la Facultad de Derecho de Sáo Paulo (Xavier de Matos, 182878) destaca el eclecticismo (v.), que es la primera tentativa estructurada de un movimiento filosófico en B. y soporte de las minorías políticas y del conservadurismo en formación. El descubrimiento de Victor Cousin (17921867) marca, en este momento, el pensamiento brasileño, notablemente en su historicismo metodológido y en sus preocupaciones psicológicas. De 1850 a 1860 surgen, en este sentido, una serie de obras muy significativas: Os fatos do espírito humano (1858) de Goncalves de Magalháes (181182), las Investigacóes de psicología (Bahía 1854) de Eduardo Ferreira Frangá, el Compéndio de filosofía (1851) de Moraes Vale, y el Compéndio de filosofia (Río de Janeiro 1859) de Mont' Alverne. El eclecticismo brasileño acentúa un cierto espiritualismo (v.), basado en Cousin y desarrollado a partir de Maine de Biran, apuntando a veces hacia un idealismo ontológico, que concilia Cousin, Berkeley y Malebranche, como se observa, p. ej., en Gongalves de Magalháes (o. c., 301). Aflora, en general, una recusa de todo sis
      tema, revelándose el gusto por una combinación libre de las ideas, carácter que marca, desde entónces, profundamente, la cultura brasileña.
      El naturalismo. Bajo el nombre de naturalismo (v.) se entiende la actitud antimetafísica, fundada en las ciencias positivas, en el biologismo y evolucionismo dárwiniano, y que se nutre de las experiencias de Comte, Haeckel y Spencer, asumida por la filosofía en el B. a partir de 1870. Destaca, inicialmente, el positivismo ortodoxo de Miguel Lemos (18541916) y Teixeira Mendes (18551927) que dogmatizó el comtismo, llegando a constituir una «iglesia positivista». A su lado crece un positivismo crítico (Pereira Barreta, Trés filosofias, 187476) en la línea de Littré (180181) y Laffitte (18231903). Sin embargo, con la llamada Escuela de Recife: Tobias Barreta (183989), Obras completas, 10 vol., 192526; Silvio Romero (18511914), Obra filosófica, 1969,'es cuando esa línea se amplía y en parte cambia. Tobias Barreta es responsable de la difusión de los filósofos alemanes, intentando una restauración del pensamiento en una línea que va contra el mecanicismo y atribuyendo al pensar un objeto nuevo, en la línea neokantiana, sin por ello renunciar al monismo haeckeliano. Es muy significativa, en este sentido, su afirmación de la teoría del conocimiento como disciplina autónoma. Pero la evolución de la Escuela de Recife siguió un rumbo diverso, entendiendo la filosofía como síntesis de los resultados de la ciencia. Este desarrollo llevó a Silvio Romero a un monismo teleológico como último sustrato de la realidad, reflejado en su crítica literaria de base sociológica, mientras el jurista Clovis Beviláqua tendería hacia un agnosticismo spenceriano.
      La restauración del espiritualismo. De finales del s. xix a principios del s. xx la nota más característica la da Farias Brito (18631917), ofreciendo la apertura de una nueva fase, cuyos presupuestos naturalistas, provenientes de la Escuela de Recife, no le impiden inclinarse hacia una meditación filosófica, desprendida de cualquier sectarismo y atenta sólo al problema de Dios. Su obra de madurez, A base física do espírito (1912), O mundo interior (1914, cfr. Obras, 6 vol., Río de Janeiro 195157), le aleja de las influencias naturalistas, dirigiéndose al bergsonismo (v. BERGSON, HENRI) y al espiritualismo renaciente. Considera la especulación filosófica, en estos términos, como un organizarse in fieri, oponiéndose a la ciencia como conocimiento organizado, sistematizado y especializado. Inicia, por otro lado, una interpretación libre de Kant, identificando el « ndumeno» a la sustancia, volviendo así a una metafísica que se acerca en parte a la clásica. Por otro lado su intención básica es la restauración del espiritualismo.
      El siglo XX. La tendencia espiritualista acabó por no realizar la esperada renovación, porque no tuvo fuerza creadora, aunque tuvo epígonos importantes entre los que cabe destacar a Jakson de Figueiredo. Por otro lado, hay que señalar una prolongación del positivismo (v.), donde se acentúa un marcado desdén por la propia filosofía, evidenciado en las reformas de la enseñanza después de la implantación de la República (1889), proponiéndose en diversas ocasiones su total eliminación de los programas escolares o su reducción a la lógica. El s. xx asiste, a pesar de todo, a la creación de las primeras Facultades de Filosofía (década de los 30) y del Instituto Brasileño de Filosofía, en Sáo Paulo, que estimuló el desarrollo de núcleos semejantes en los demás Estados de la Unión brasileña. Los dos últimos hechos, sumados a una disminución notable del analfabetismo y a la difusión de la cultura, proporcionan al pensamiento brasileño nuevas y amplias posibilidades. Esta perspectiva marca peculiarmente el culturalismo axiológico de Miguel Reale, cuya conceptuación de filosofía como saber plural exige un constante diálogo y una visión acentuadamente abierta de la investigación filosófica. Hay en su obra una reflexión históricocrítica que concibe al hombre como unidad instituidora del proceso formador de la cultura, y a ésta como un desarrollo dialéctico, no de contrarios que se anulan, sino de polaridades multidimensionales (Filosofía do direito, 5 ed. Sáo Paulo 1968; Pluralismo e libertade, Sáo Paulo 1963). A su lado, sin filiarse al culturalismo (además de Reale, L. Washington Vita, Djacir Menezes), aunque gravitando en torno al mismo espíritu, existen además tendencias idealistas (Renato Czerna), existencialistas (Vicente Ferreira da Silva, Vilém Flusser), etc. Perduran también las influencias del neotomismo, a través de Maritain, con Alceu Amoroso Lima, Leonardo von Acker y Henrique de Lima Vaz, y otros. Hay algunos representantes del positivismo matizado de marxismo (Cruz Costa), del neopositivismo (Pontes de Miranda, E. Canabrava, L. Hegenberg) y del marxismo (Alvaro Vieira Pinto).

 

T. SAMPAIO FERRAZ.

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